En el 2014 aparece la Ley Emilia, con la finalidad de disminuir accidentes con resultados de lesiones gravísimas o la muerte, ocasionados por conductores bajo la influencia del alcohol o en estado de ebriedad. Un punto destacado es que se fija al menos un año de cárcel efectiva para aquellos conductores irresponsables. Según la Fundación Emilia, ha disminuido en un 50 por ciento los accidentes generados por conductores bajo la influencia del alcohol, bajando con ello el número de fallecidos.
Si bien estas leyes nacieron con el espíritu de generar conciencia y cambios de hábitos en nuestra sociedad, aún persisten conductores o conductoras irresponsables tras el volante. Prueba de ello es que este “18” se detectó, por medio de controles, a más de mil personas conduciendo bajo la influencia del alcohol o en estado de ebriedad.
Otro elemento que hay que considerar, es el aumento considerable del parque automotriz en nuestro país. Por tanto, las campañas debiesen ser más persistentes en el tiempo, apuntando a todos los segmentos de la población. Ahora bien, mirando las estadísticas podemos poner foco en el grupo etario 18-29 años, en el que según Conacep, el consumo de alcohol al conducir y el no respeto a la señalética del tránsito, son los factores de mayor incidencia en la ocurrencia de accidentes de tránsito.
Para reforzar la formación de buenos conductores y peatones sería una buena idea hacer hincapié en que los jóvenes asistan obligatoriamente a escuelas de conductores, aumentando también las horas prácticas de conducción; además de enseñar de manera permanente las leyes del tránsito y la señalética en los colegios. En Dinamarca, por ejemplo, los jóvenes que asisten a este tipo de escuela, aprenden también primeros auxilios y sólo pueden conducir si cuentan con seguros.